jueves, 5 de marzo de 2009

PUBLICIDAD ENGAÑOSA (entrada antigua)

Sí, quiero comenzar el primer artículo de este periódico personal con el testimonio de una mujer. Os cuento. Conocí a esta mujer en uno de mis viajes estratosféricos que suelo hacer (desconectando así del mundo terrenal) y charlando.... y charlando me contó esta historia. Sufrió de eso que llaman "publicidad engañosa". Quiero antes destacar qué es publicidad engañosa. Siempre hemos oído eso de "mira la letra pequeña". Bien, cuando te anuncian algo, cuando te hablan de algún producto o servicio suele haber una letra pequeña... lo que indica que lo que te están diciendo es cierto, pero con sus acepciones. Esta letra pequeña si no aparece en el anuncio en sí o es difícil de localizar, el eslogan viene acicalado por un asterisco (*) que te indica que tiene sus "peguitas". Pongo un ejemplo, si os fijais en los coches de la autoescuela "Las marismas" os percatereis que en la puerta del maletero tiene un eslogan que dice (a grosso modo): 85% DE APROBADOS A LA PRIMERA* (con su asterisco correspondiente). Un conocido, profesor de autoescuela, me comentó que eso es imposible, a no ser que se trate de la prueba teórica. Es decir, no te están engañando... pero te están diciendo verdades a medias. El hecho de que te engañen por no haber leído la letra pequeña no es engañar... es un despiste por tu parte. Ahora bien, engaño sí es cuando esa información anexa no te la facilitan (bueno, en el caso anterior tampoco te lo facilitan demasiado, me vengo a referir a que no te lo muestran ni con asteriscos ni luminosos ni nada de nada). Eso sí es un engaño. Caso, por ejemplo, de lo que hacen los malditos asustaviejas, que es un tema para tratar aparte.

Bien, esta mujer que os comento sufrió una de estas publicidades engañosas, le vendieron un servicio que no es talmente como se lo pintaban... además sin letra pequeña. No es una entrevista, porque en este tema no hay nada que preguntar. Es un testimonio... un artículo en primera persona (entre paréntesis iré haciendo algunas aclaraciones si es preciso). Antes de pasar al artículo (de su boca a mis dedos) me gustaría lanzar una pregunta: ¿hasta cuando?


"Hace unos quince años empecé los preparativos de mi boda. Mi novio (en aquel momento) me pidió la mano delante de todos nuestros amigos en una noche de juerga. No sé si fué por los efectos del alcohol, pero acepté (entre risas). Desde ese momento empezamos que si la iglesia, que si el restaurante, que si el traje, que si los invitados... bueno, ya sabes... (no, no lo sé) lo normal en estos casos. Lo más importante ya lo habíamos encontrado. Una casita que se anunciaba en una inmobiliaria, de nueva construcción, vistas al mar, no demasiado grande pero ideal para empezar a formar una familia. Nos costó treinta y dos millones de pesetas. El precio nos pareció extraño por el emplazamiento, el acabado de la obra, las vistas... y porque hoy día no encuentras un piso a ese precio de nueva construcción, pero aceptamos. Ya sabes, hipoteca, muebles, aquí vamos a poner la cocina, nuestro dormitorio va a ser este... Y mi madre como loca, su madre contentísima: "verás que bien, que casarse es lo más bonito que te puede pasar en la vida, y si además es con el hombre que quieres... ¡hija lo tienes hecho! Mi padre no estaba demasiado contento. A mis padres nunca les gustó mi marido, y eso que nunca me había hecho nada malo ni a ellos tampoco, al contrario... pero tu sabes, esas cositas que tienen los padres cuando su hija se va a casar. Mis amigas igual, tampoco les gustaba eso de que me casara... normal, tenía 28 años, trabajando en una tienda de moda, con un sueldo cortito... y lo más importante, cuando una se casa tiene otras ocupaciones, y tiene que dejar de lado a sus amigas de toda la vida. Yo los tranquilizaba, a mis padres les decía que no se preocuparan, que iba a llamarlos todos los días y les iba a pedir ayuda siempre que la necesitara. A mis amigas que no se preocuparan tampoco, que el cafelito de los viernes no me lo quitaba nadie.

Finalmente, tras mucho esperar, llegó el día de nuestra boda. Todo precioso, mi marido, mi padre que me llevaba del brazo al altar, yo también, por qué no decirlo
(vuelve a reir) mi familia, su familia, nuestros amigos, la iglesia... hasta el cura estaba guapo aquel día. Parecía un sueño precioso. Aquel día, pues te podrás imaginar... maravilloso... se puede decir que empezamos con buen pie. A los dos años viene nuestro primer hijo, Matías. Moreno como su padre, de recién nacido muy grandote. Hermosísimo. Todo iba de perlas... hasta que los cimientos empezaron a fallar.

Mi marido era camarero... su sueldo no era muy bueno, y el dinero no llegaba, se quedaba por el camino, quien sabe donde. El niño no dormía, mi marido llegaba cada día mas tarde del trabajo, y siempre de madrugada, con el olor a alcohol de haber servido las bebidas del bar y con cara de cansancio. Los cimientos seguían tambaleándose cada vez más. Cada día mi marido y yo discutíamos más... a veces de los gritos los vecinos se asomaban... que vergüenza pasaba. A los 31 un años, con un niño de 2, me había quedado sin trabajo, sin amigas, no quería ni ver a mis padres, para que no me dijeran que tenía mala cara y se preocuparan. Me miraba al espejo y no era yo... todo el día en casa, no podía salir, que si el niño, que si la comida para mi marido, que si la plancha, que si la lavadora... con 31 años era una vieja, estando en la flor de la vida. Eso no es como me lo pintaron...

El colmo fue cuando un día, seguro que sin querer, mi marido llegó tambaleádose del cansancio, con ese olor a alcohol y con una mancha roja en el hombro de su camisa. Eran las 3 de la mañana. "Lávala", me dijo. "Mañana lo hago, cariño". Le contesté. "¡Te he dicho que ahora y es ahora!" Y soltó su mano, sin querer, seguro que fue sin quererlo. Me dio en la cara, yo fui a la cocina a poner la camisa en la lavadora... cuando empezó a gotearle sangre que venía de mi nariz. Fue un descuido, seguro que sí... El niño empezó a llorar... mi marido estaba ya en la cama cuando empezó a gritar "¡Coge a ese niño, que no me deja dormir!" Me atreví a decirle, entre llantos, que estaba poniendo la lavadora. Se vino para mí, me agarró del batín y me llevó a empujones a la habitación del niño. Lo cogí, él se fue a la cama, terminé de poner la lavadora y me acosté... aquella noche en el sofá, porque mi marido estaba tan cansado que se acostó en el medio de la cama (sin darse cuenta)... me dio penita despertarlo, y me fui al salón.

Cosas como esa se repetían... cuando ya me di cuenta de que no era casualidad, que no era sin querer... Cogí al niño, me fui a casa de mis padres. No les quise decir que me maltrataba mi marido... me preguntaron por el bulto de la frente y les dije que me choqué con la puerta cuando fui a corriendo a coger al niño, que estaba llorando... Mis padres no son tontos... hablaron conmigo, denunciamos, y el juez pone una orden de alejamiento... hace quince días que he comenzado este viaje... vete a saber donde, no sé si al cielo o al infierno. Él seguirá en la calle... y yo pudriéndome bajo tierra...

El matrimonio, que cosa más bonita... si esto no es publicidad engañosa, que venga Dios y me lo diga."

Escrito y publicado originalmente el 6 de Junio de 2008

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